domingo, 13 de diciembre de 2015

Poderes que casan entre ellos

Ha sido en la mañana de hoy cuando todas las cosas parecían carecer de todo sentido. En primer lugar, y no por ser lo más importante, he activado por tres veces el programa de administración de mi tienda. Acto seguido, al comer kikos de una bolsa de frutos secos, uno de ellos acabó perdiéndose en mi barba y, con el fin de no hacer el ridículo ante posibles clientes, por mi parte me puse a buscarlo sin éxito alguno. Era el caso que la impresión que llegó a dar, habiendo mirado por doquier, que ese kiko habría entrado como en una cuarta dimensión hacia un lugar desconocido a través de mi frondosa barba ya que, en el fondo, no hay que olvidar que mi barba, si bien tiene una entrada enorme que pueda servir de boca, no me consta el lugar por donde expulsa su alimento. El caso es que volví a respirar tranquilo en el mismo instante en el que comprobé que mi barba, como las del mismísimo Platón, más allá que por el mal uso de la lógica que se le quiera otorgar su distinguido nombre, no había sido responsable de la desaparición del fruto en cuestión porque, al fin y al cabo, no habría tenido sentido encontrarlo en una esquinita acurrucado y escondidito detrás del pequeño frigorífico que, para el caso, suelo usar más bien de despensa. Recogido el kiko, y comprendido que ya podía despacharme a gusto tirándolo a la papelera, algo en mi interior me hizo comprender que tocaba introducir una nueva entrada en mi blog, aquel que arrincona los frutos de mi novela mientras hago despensa de mis pesares por la vida tan insulsa que me ha tocado más allá de poder contar como anécdota la desaparición de un kiko.

Y es que el tema que trataré en esta ocasión es el de la conspiración del pensamiento sembrado, los poderes que casan entre ellos.

¿No os habéis fijado en la tendencia que tenemos algunos de pretender escribir de una manera diferente a cómo contamos historias en novelas?

Lo japonés fue un broche intelectual en mi novela
Todas las religiones, mitologías..., en cuanto a que triunfaran con su historia, nos vendían más o menos los mismos conceptos. Una teoría bastante aceptada es la de pensar en las influencias de las culturas. Asímismo, podemos también pensar que nuestro cerebro no da para más, que el uso del lenguaje puede adquirir (como pasa con la música) ciertas tendencias como intencionales a repetir conceptos. Ya se habrá estudiado y se habrá teorizado: habrá quien quiera ver culturas comunes ancestrales que nos enseñaron a todos y habrá quien simplemente pensará que todos los humanos, en el fondo, somos muy parecidos. En cualquier caso, ante los plagios bíblicos con respecto a mitologías más antiguas también ha habido pronunciamientos de carácter más religioso: fue obra de Satán el que se dispusiera de historias que pudieran confundir la que es original y correcta.



Pero voy a centrarme un poco para hablar de una pequeña conspiración: ¿cómo es posible que un hombre de ciencias como yo, con las dificultades manifiestas que tengo para el lenguaje, pudiera escribir una obra como ésta en relativamente tan poco tiempo (diez A4 simple espacio al día todos los días de media)? Más allá de los errores cometidos a la hora de escribir, había desarrollado una historia, con unos nombres, y, ahora viene "lo gordo", nunca he dispuesto de una buena documentación sobre el antiguo Egipto. Simplemente me plasmé una historia en la cabeza y lo llevé a la escritura.

A medida que he estado escribiendo entradas en este blog me ha surgido una peculiar barba de Platón, una idea loca que no he podido evitar tener que comentar...


Si no tengo ni pajolera idea de Egipto, ¿tiene sentido esta conexión que acabo de encontrar?

Gustavo = Osiris
Lucía = Isis
Silvia = Selkis
Hansel = Ra
Pedro = Duamutef 
Abigaíl = Neftis
Angel = Hapy
Alejandro = Kebehsenuf 
Tina = Neith
Noelia = Maat
Anubis = Anubis
Bastet = Bastet
Kenshi = Seth
El tío de Pedro = Amset
Madre de Pedro = Mut
Hector = Amon
Sacra Eulalia = Sejmet
Jorge Eduardo = Ptah
El comandante = Apep
Y, para rematar,
Ana, Bernardo, Clara, David, Eugenio, Fabiola y Gabriel 
son las siete flechas enviadas
para proteger la historia entretejida
tanto en el Cielo como en la Tierra

Por supuesto, toda buena historia, alimentada de la correspondiente sugestión puede parecerse a lo que queramos. Si nos centramos en una sola cosa y le damos tanta importancia como para pensar que, efectivamente, eso en cuestión es importante, al final acabaremos por querer darle mucho colorido a cosas que no son tan relevantes. Ahora bien, ¿y si lo son? Un tío que no se documenta y, oh sorpresa, ¡todo encaja! O quizá no encaje tanto...

Protagonista de Requiem for a Dream, cuya BSO encaja con las escenas al 100%
La sugestión, alimento de encajes y demás casamientos, ¡qué triste sería nuestra vida si no nos autosugestionáramos! Es nuestra droga diaria, de la que no queremos evadirnos. Sin embargo, algunos les da un viso de espiritualidad hasta el punto de alcanzar la ontología. De eso también va mi libro: sobre la ética de los ganadores, o de cómo tu historia puede acabar mal y no tener porqué aceptarlo. A ese aspecto de falso intelectualoide, como el que decide ponerse gafas sin cristal (muy respetable, pero no me veo con ellas), es lo que alavo tanto: el que finge que no sabe es porque sabe más de lo que muchos le atribuyen. Algo esconderá esas barbas de hipster que tanto gusta a las nenas.

Barba o navaja, he ahí la cosa



Se me acaba de ocurrir que aún no he hablado de las partes más sensibles que tocan la interpretación bíblica o las obras de calado religioso..., quizás, antes de entrar en esos detalles, me documente sobre youtubers que hablan de los anunakis como si fueran annunakis..., el momento barbudo ha estado bien, pero en ocasiones suelo pasar algunas partes por tijera para poder comerme mejor las cosas...



Ya basta de dogmas por hoy,
¡¡quiero vuestros comentarios!!




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