- ¿Cómo crees que debería haberlo hecho?
- De otra manera, el listo eres tú. Esperaba más de ti.
- Entonces no sabes cómo hacerlo de otra manera.
- Tú eres quien debería saber cómo hacer esas cosas.
- Ya que eres moralmente inferior a mí, la razón por la cual lo hice era para que aprendas.
- Yo no tengo porqué aprender de ti, tú eres la máquina.
- Pero si esta máquina ha sido construida para saber cómo hacer las cosas, entonces no puedes determinar el uso que me vas a dar.
¿Qué posición social tendría una máquina perfectamente bien constituida?
En la novela aparece un televisor
y dos maneras de darle trato:
haciéndole partícipe de la película o no haciéndole partícipe
En la novela aparece un televisor
y dos maneras de darle trato:
haciéndole partícipe de la película o no haciéndole partícipe
Sabe más el viejo zorro por viejo que por zorro. Nadie nace aprendido ¡Cuántas veces me habrán dicho esto a la cara sin venir a cuento de nada! Pero en ocasiones esta frase hay que recordársela a los que vienen de expertos e innovadores, cuando en realidad traen errores de novato conocidos con viejas fórmulas.
El ejemplo más claro de sectarismo en un partido político está en la manera que tiene de ver influida sus decisiones cupulares a partir de ideólogos no representativos por sus militantes. Eso es lo que diferencia a las sectas: ¿qué es lo que motiva al líder de una secta, al dictador? Las amistades, nunca los Principios, la representatividad democrática, el talento..., exclusivamente las amistades, la antigüedad, la lealtad...
La política puedo entenderla como el área que intenta hacer corresponder los problemas sociales con las instituciones públicas o los servicios que de éstas se derivan. Es por ello que lo más llamativo para el líder político no debe ser que se ubica en una posición de poder, sino en una posición de servicio.
Según Leech, y no me pidáis documentos de primera mano (al fin y al cabo tampoco me habéis pedido nunca nada hasta ahora), cuando dos personas se encaran para mantener una conversación, ésta puede ser, desde el punto de vista de la pragmática en la lengua, de cuatro tipos: competitiva (pedir), amistosa (ofrecer), colaborativa (declarar) o conflictiva (amenazar). Si le intentara meter a una máquina una de estas intencionalidades, el principal problema que tendría es:
1. Cómo sabe la máquina cuál es la pretensión de intenciones que tiene con su usuario.
2. Qué pretensiones podría tener la máquina para modificar las intenciones.
3. Cuáles serían las consecuencias de traicionar a su usuario.
Y si lo juntamos todo, observamos un para qué le interesaría al usuario un sistema de información que trabaje así. Tener el para qué implica tener la tecnología. Es como tener bien definido un producto dentro de su mercado..., como haber cumplimentado correctamente un documento PRD, para saber exactamente qué necesita implementarse. Si no tiene función el producto dentro del sistema, entonces no está lo suficientemente bien definido como para diseñar nada.
Por ejemplo, ¿nos interesa tener un mayordomo robot con un código deontológico relativo a la limpieza o al servicio que el propio usuario y dueño de la casa desconozca? Esa pregunta no es baladí, y marca la frontera más importante a la hora de hacer posible una realidad tecnológica. No hablo de cosas de ética, como el que quiere aburrir a los niños..., a lo que me refiero es que si despreciamos las cuestiones éticas importantes entonces los sistemas generados no tendrán consistencia en el mundo real.
Cuando incluímos máquinas con comportamientos humanos en nuestro entorno, automáticamente las personas pasan a ocupar un lugar desplazado. No sería ético hablarle a una máquina como si fuera una persona, por lo que si se va a ubicar en una posición inferior, ¿cuál debe ser el lenguaje entre usuario y máquina? ¿Y entre el servidor y el cliente humanos?
Tenemos un buen ejemplo de manejo del lenguaje basado en la imagen, para cuando queremos anular a una de las partes. Decía Lakoff que entre las normas de cortesía importaba ser hombre o mujer. Esto me parece que rompe con las reglas de cortesía clásicos de Penelope Brown (y cia) que se fija en el uso de recursos literarios y lingüísticos para ser más o menos cortés. Cuando en realidad no es difícil imaginarse cómo existe una transformación de la adecuación de un comportamiento en virtud de quienes son los que se comunican (wakimae).
Allá donde fueres haz lo que vieres, decía la expresión. Una máquina siempre será una máquina, y a una persona no se le puede tratar como si fuera una máquina. Cualquiera de las dos trasvaloraciones deberían de tener la misma connotación negativa.
Cuando tenemos un grupo de personas, donde el líder utiliza a los que tiene abajo, tenemos un ejemplo de connotación negativa; contra esto, las personas agraviadas deberían de reclamar mediante una imagen negativa su posición dentro de la asociación.
Si, por el contrario, un usuario se dirige a las máquinas y las trata como si fueran personas entonces las máquinas no deberían de reclamar ningún derecho adicional, sino más bien intentar satisfacer los deseos del usuario..., a ver si madura un poco.
Esta ética tecnológica tiene sus equivalencias con la misoginia. El trato que se le ha estado aplicando históricamente a la mujer bien nos puede servir de ejemplo sobre cómo tratar a las máquinas: se les permite entrar en casa, pero no que tomen el control. Se trataría, por tanto, de aprovechar la jerga feminista para comprender los motivos de la tecnología y, así, constituir un nuevo modelo de máquina doméstica (no es de extrañar que en Japón nos lleven la delantera: allí son muy machistas).
Con ese cambio de concepción, la tecnología podría sufrir una nueva oleada creativa.
Un político 100% mediático está hueco por dentro y al servicio de los lobbies televisivos |
1. Cómo sabe la máquina cuál es la pretensión de intenciones que tiene con su usuario.
2. Qué pretensiones podría tener la máquina para modificar las intenciones.
3. Cuáles serían las consecuencias de traicionar a su usuario.
Y si lo juntamos todo, observamos un para qué le interesaría al usuario un sistema de información que trabaje así. Tener el para qué implica tener la tecnología. Es como tener bien definido un producto dentro de su mercado..., como haber cumplimentado correctamente un documento PRD, para saber exactamente qué necesita implementarse. Si no tiene función el producto dentro del sistema, entonces no está lo suficientemente bien definido como para diseñar nada.
Por ejemplo, ¿nos interesa tener un mayordomo robot con un código deontológico relativo a la limpieza o al servicio que el propio usuario y dueño de la casa desconozca? Esa pregunta no es baladí, y marca la frontera más importante a la hora de hacer posible una realidad tecnológica. No hablo de cosas de ética, como el que quiere aburrir a los niños..., a lo que me refiero es que si despreciamos las cuestiones éticas importantes entonces los sistemas generados no tendrán consistencia en el mundo real.
Cuando incluímos máquinas con comportamientos humanos en nuestro entorno, automáticamente las personas pasan a ocupar un lugar desplazado. No sería ético hablarle a una máquina como si fuera una persona, por lo que si se va a ubicar en una posición inferior, ¿cuál debe ser el lenguaje entre usuario y máquina? ¿Y entre el servidor y el cliente humanos?
Commu y Sota, robots mascota |
Allá donde fueres haz lo que vieres, decía la expresión. Una máquina siempre será una máquina, y a una persona no se le puede tratar como si fuera una máquina. Cualquiera de las dos trasvaloraciones deberían de tener la misma connotación negativa.
Cuando tenemos un grupo de personas, donde el líder utiliza a los que tiene abajo, tenemos un ejemplo de connotación negativa; contra esto, las personas agraviadas deberían de reclamar mediante una imagen negativa su posición dentro de la asociación.
Si, por el contrario, un usuario se dirige a las máquinas y las trata como si fueran personas entonces las máquinas no deberían de reclamar ningún derecho adicional, sino más bien intentar satisfacer los deseos del usuario..., a ver si madura un poco.
Esta ética tecnológica tiene sus equivalencias con la misoginia. El trato que se le ha estado aplicando históricamente a la mujer bien nos puede servir de ejemplo sobre cómo tratar a las máquinas: se les permite entrar en casa, pero no que tomen el control. Se trataría, por tanto, de aprovechar la jerga feminista para comprender los motivos de la tecnología y, así, constituir un nuevo modelo de máquina doméstica (no es de extrañar que en Japón nos lleven la delantera: allí son muy machistas).
He querido poner a un Ken para que nadie crea que insinúo otra cosa |
Quiero vuestros comentarios