Una sociedad huérfana de poder democrático
repleta de cinismo y de falta de empatía
ofrece, en última instancia, una luz al final del túnel
ésta tiene que ver con la introspección y el replanteamiento
en cerrar el chiringuito para empezar a pensar en sí mism@
La ansiedad es la sensación que se produce cuando uno contempla cientos de opciones, pero ninguna transmite oportunidades para llegar a buen puerto. Consiste en una frustración futura. La ansiedad no es una mera indecisión, es una decisión adoptada de pretender no hacer nada, pues ése debe ser el punto de partida.
Dispóngase de un problema de envergadura, entonces aparecen varios medios para afrontarlo. Pero esos medios serán buenos si disponemos de los más correctos instrumentos. Los instrumentos de los que nos valemos definen nuestros actos: ¿qué es más poderoso entonces, la pluma o la espada?
El hiperconsumismo ha maravillado tanto a una sociedad, que no ha sabido confrontarse al pan y al circo. Se creen los consumidores que son libres, cuando en realidad son víctimas del síndrome del que acusaba Diógenes que tenía la sociedad enferma que el conoció ¿Qué derecho tiene nadie de juzgar si nuestra manera de vivir es más o menos consumista?
¿Por qué la gente necesita consumir tanto? La explicación no tiene nada que ver con las necesidades, es mucho más simple: el valor de las cosas, el verdadero peso de lo que tiene interés y de lo que no lo tiene tanto, es un principio fundamental para poder evaluar si nuestros actos son los medidos, si nuestros objetivos están bien formados. Consumimos, ¿lo hacemos de la manera correcta? Compramos, ¿obtenemos lo justo?
Las personas necesitan consumir realmente para no tener que darse cuenta de la gran cantidad de opciones que tiene. La mayor crisis de ansiedad que tiene el millonario consiste en no saber en qué gastar su dinero, en convertirse en un pobre loco que no se divierte a costa de los más miserables. Es cierto que quien es rico no necesita esos niveles de vida, pero tampoco necesita recordar que los hay que no gozan de su suerte. Así que necesita consumir para olvidar qué clase de cosas sí podría hacer con lo que dispone.
La ética nos dice para qué usar lo poco que tenemos en lo que corresponda. Para ello nos valemos de una balanza y una espada. Como si fuéramos alquimistas, pesamos todos nuestros actos a un lado y, al otro, ponemos el peso de una pluma. Si nuestros actos pesan más que la pluma entonces estaremos actuando de mala fe, es así cómo calcula el buen alquimista. En un momento dado se para a reflexionar y calcula: ¿es esto realmente buena idea?
Entonces se valdrá de todo su armamento para hacer cumplir con su ley. Porque es así como funciona la ética: despedaza a quienes no tienen argumentos. Los actos, si son ejemplarizantes, definen al individuo. No necesita decir más de lo que hace, pues aquel que hace lo que dice transmite con sus actos.
Podemos ver una crisis de valores en una sociedad que antepone unas sociedades que no son justas frente a sociedades más pequeñas que intentan sobrevivir. Se recompensan a unos pocos creyendo que la justicia social no se verá afectada al ser tan pocos..., lo será, porque las personas necesitan recordar a muy poquitos para convertirlos en un referente ¿Recordamos la ley Zipf?
Por eso, en ocasiones, pueden surgir dilemas interesantes: ¿podría vivir mejor si acabo en una cárcel? ¿tiene sentido hablar cuando no se es escuchado? ¿Tiene sentido escuchar cuando no te hablan? Cuando estas preguntas empiezan a cobrar sentido, eso es porque la sociedad ha fracasado. Por eso, toda sociedad que sea justa lo primero que tiene que plantearse es si es capaz de disuadir el orgullo de la perversión cínica mediante su sistema penitenciario.
La Justicia tiene que ir de la mano con la Paz - la solidaridad. |
Algún día explicaré con más detalle qué es eso de los alquimistas...
Yo, por mi parte, veré si encuentro mi nicho solidario sin sucumbir a la ansiedad.
Suficiente hasta aquí
tarde o temprano tocará hablar
del mal llamado "perfecto egoísmo"
quiero vuestros comentarios
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