jueves, 23 de junio de 2016

La Tristeza

Hace tiempo teoricé sobre un modelo mental 
que explicaba las patologías más básicas
Estoy seguro de que cualquier neurólogo 
lo tendría sobrada y altamente perfeccionado
y mejorado
pero este modelo me permite analizar conceptos sencillos

Y cuando explote, ¿qué haré con mis propias manos?

Cuando ya de por sí las cosas iban mal, entonces cometo el más grave de mis errores. Hace veinte años recuerdo cuando lo estuve hablando con un colega de la universidad, a nivel teórico. Ahora lo he experimentado en mis carnes. Pero en el fondo sé que la culpa ha sido mía, es como un intento de suicidio premeditado: abrí un javascript de un correo no deseado. Y ahora lo pienso fríamente: ¿por qué lo hice?

Me apareció un mensaje en el ordenador, si quería recuperar mis datos fiscales, de facturación..., entonces tenía que abonar un dinero en bitcoins en tres días. Este es el primer día que pasa y me urge la duda: ¿cómo sabía el virus todos los ficheros que usa Factusol para almacenar los datos de mi empresa? ¿cómo sabía el directorio donde almacena los datos más generales? Y me urgen más dudas, ¿por qué Factusol no me deja recuperar los datos de mi empresa sin conocer su código? ¿Por qué la copia de seguridad no funciona de manera automática?

He cometido graves errores, pero cuando llegue el inspector de hacienda seré yo el primero en reirme ¿Acaso no es lo que quiero? ¿No es esta la única manera de ser libre? ¿Acaso gano dinero con este negocio donde me fríen a impuestos? No gano ni para sobrevivir y ya me están extorsionando.

Se me ha ocurrido denunciarlo a la policía. Pero siempre que acudo a ellos no me reportan ninguna ayuda. Lo mismo pasa con el seguro. Son cosas inservibles: no funciona ni la cobertura social ni la liberal. Me hace gracia por dentro, pero porque no me quedan opciones, y siento que vivo en la clandestinidad del robaperas: el único que sí va a la cárcel en España.


He redescubierto el amargo sabor de las relaciones sociales. Creo que me veo imposibilitado a tenerlas: en cuanto me sincero parece que hago daño a alguien. Es como volver a la adolescencia, salvo que se supone que los adultos no deberían de comportarse así. Hay muy pocas tablas en este mundo, muy poca cultura. Y en especial en aquellos que deberían defenderla: son incluso especialmente cerrados.

Cuando lean mi novela yo creo que sentirán una extraña sensación de agobio constante, de sometimiento a un mundo falso. Sin embargo, incluso en los más perversos, se podrá apreciar una joya pura de autenticidad. Una luz al final del túnel: justo lo que no soy capaz de apreciar en mi medio ambiente. Se trata de ese tesoro escondido que nos vuelve tristes: la sensación de decepción constante y continua. Una angustia que se activa en nuestra alma porque hemos descubierto que lo que nos apresa no es un miedo, sino algo que perdura.

Cuando no vemos esa luz por la que luchar, cuando perdemos la esperanza de ser vivaces, de enfrentarnos a la realidad que nos oprime..., entonces llega la angustia y nos apresa. Lo he comprobado, existe una manera de recuperar a los angustiados, pero también he comprobado que jamás seré escuchado. Que mis dinámicas con esquizofrénicos se perderán. Que mis apreciaciones siempre serán consideradas con condescendencia. Hay demostraciones que tengo consolidadas y otras que son difíciles de ver..., quizá las mejores, las que tienen dos caras y son fáciles de malmanejar.

Parece que es cierto que para convencer a un experto no debes hablarle en el idioma de los expertos: debes hablarle en el idioma de los periodistas; debes hablarle como si fuera un completo ignorante. Incluso un necio. Yo eso no lo sabía: esa es la razón por la cual he acabado en el más absurdo de los fracasos.

¿Cómo se le habla a un necio de manera que parezca que le hablas como si fuera un experto? Sólo hay una manera: aparentando decir cosas complicadas mientras le enseñas a sumar dos más tres. Es algo que hacen, principalmente, los físicos. Se pasan el día exponiendo gráficas y más gráficas, usan notaciones algebraicas de lo más disparatadas..., acaban interpolando los datos de una manera y, acto seguido, buscan las simetrías. Cuando lo leo me entristece: eso no es ciencia, son dogmas disfrazados. Lo podría hacer cualquier máquina. Pero es la manera que se tiene de divulgar.

Ahora me veo aquí y compruebo cómo mis rivales han encontrado la manera de destruir mi empresa. No sé lo que pasará dentro de dos días. Y en el fondo me da igual ¿Se apoderará de mí la angustia? ¿Encontraré en mi medio ambiente un halo de esperanza del que asirme? Según mi modelo, el alcohol es un depresor muy bueno contra la angustia porque desinhibe la mejor opción ¿Es esa la que debo adoptar?



El virus tuvo la delicadeza de no destruir mi código Python, veré cómo me lo monto.





No hay comentarios:

Publicar un comentario