lunes, 22 de febrero de 2016

Impunidad y Disidencia Controlada.

"Uno de los policías locales que se manifestaban golpeó a una periodista en el brazo y tiró el teléfono móvil con el que ésta trataba de grabar la protesta".

Leer más: Policías de Madrid hacen un escrache al concejal de Seguridad de Carmena . Noticias de Madrid http://goo.gl/3YMsuq


No ha habido condenas por los comportamientos violentos por parte de los organizadores, ni tampoco por parte del partido opositor a esta "escenificación" de escrache.

Hoy indagaré en la Impunidad y la Disidencia Controlada.


La novela Luces y Espectros suele recaer una y otra vez en esta clase de conceptos: la Impunidad. Para ello me valgo de expresar situaciones de no reconocimiento de actos heroicos, como de proteger la seguridad de personas que no te lo han pedido, pero que te necesitaban; así como la imputación de faltas a personajes sin ser merecedores de esa culpa.

Sé en qué berenjenal me meto, como autor, al hacer algo que es tabú en la literatura: nunca hay que dejar como cabo suelto cierta sensación de injustica... Bueno, nunca nunca..., cuando se crean injusticias en las historias lo que se hace es potenciar el drama humano, al tener deshilado un vínculo social. Con el fin de no generar repulsión contra la historia, el recurso que aconsejaría es o terminar pronto la historia para dejar un epílogo triste, o crear una sensación circunstancial de que todo está lleno de esas injusticias y dramas (como las novelas de Kafka). De esta manera se va teniendo una imagen de qué es lo que se espera cuando uno lee lo que está leyendo: debe esperar encontrarse situaciones sociales reconocibles, pero exageradamente dramatizadas para que se vea el error social allá donde corresponda.
A veces los que nos representan apadrinan nuestra lucha para que no nos quejemos.
Centrémonos un poco: que hay que hilar fino. 
No es lo mismo la corrupción del panadero, que la del político
No es lo mismo los errores de cálculo del carnicero que del ingeniero.
No es lo mismo el gazapo en la ley de un amigo que del jurista.
No es lo mismo los accidentes de tráfico del adolescente que del taxista.
No es lo mismo las irresponsabilidades del benjamín que del hermano mayor.
No es lo mismo lo indocumentado del vecino que del periodista.

Está claro que para muchos periodistas todo es lo mismo y vale lo mismo..., pues así serán sus columnas...

Pero igualmente que no es lo mismo lo uno que lo otro: debemos ser más meticulosos con las presiones que ejercen por motivos laborales precisamente los agentes de seguridad de los servicios públicos. Es algo que debería de parecernos fundamental.

A algunos periodistas en ocasiones les da por olvidarse qué se entiende por violencia. Y que cuando hay un escrache, raro es que al poco tiempo no aparezca la policía y, al menor indicio de violencia, se disuelve. Y de mala manera. Paradógicamente, el mundo está tan del revés que si ese mismo escrache lo protagonizan las fuerzas de seguridad automáticamente se les disculpa todas sus informalidades..., como presuponiendo su buena fe.
Lógicamente, como lo exige la protección de los derechos personales y profesionales de estos funcionarios, la Ley prevé la determinación de los cauces de expresión y solución de los conflictos que puedan producirse por razones profesionales.
Una "estupidez" que se lee en el preámbulo de una ley "estúpida"

Resulta que los antidisturbios en España no están obligados a:
1. Elegir la manifestación como resultado último de las negociaciones.
2. Declarar que se manifiestan legalmente, como dictamina la ley, para dar ejemplo de ello.
3. Condenar los actos de violencia en la ejecución de la manifestación.
4. Respetar a las fuerzas de seguridad evitando los insultos. 
5. Ser apaleados por las fuerzas de seguridad ante el más leve indicio de supuesta violencia.
6. etc..., nos quedamos cortos...

Sin embargo hay todavía argumentos que chirrían los oídos: hay quien piensa que ocho guardaespaldas puede disolver a trescientas personas entrenadas precisamente en disturbios. Creo que ese es uno de los gazapos televisivos más sangrantes que he podido escuchar en mi puñetera vida. Pero claro..., viniendo de fascizoides encubiertos... En cualquier caso, ¿por qué la policía actúa en unos casos y no en otros? ¿Qué pasa ahí?


A mí se me hace evidente. Un concejal que no tiene nada de progresista, pero que se las da, lo toman por un imbécil al que le gusta que le escracheen. Yo he vivido un escrache, y no fue para tanto: porque todo se queda en griteríos. Los gritos, efectivamente, tendrían que ir a la par con el drama que les toque vivir: ¿han gritado como posesos? El drama que les corresponde es un despido en toda regla. Pero claro, no sólo no podrían pagar justos por pecadores, lo que pasa es que quien tiene controlados a sus hombres sabe perfectamente quién se sale del redil. A eso se le llama controlar la seguridad. Lo demás son paparruchadas.

Pero bueno..., voy a volver a mi novelita..., no gano nada dándole collejas a un concejal que ha podido ser víctima de un linchamiento posiblemente tipificado en el código penal, prohibido por parte de fuerzas de seguridad por normativas vigentes, prohibido por parte de civile contra políticos por las leyes antiterroristas..., ahora resulta que podemos zarandear los coches oficiales. Mira, eso es nuevo...

Cambiando de tercio, y que conste que hasta el más lento de los jueces se daría cuenta de que la intención de hacer daño está por parte de quien no se puede valer de la prensa para que se genere en sus reivindicaciones un efecto megáfono..., cuando el objeto consiste en someter a la prensa pervirtiendo la contradicción a favor de la presión política del momento (muy propio de fascistas, como ya vimos con los titiriteros)  al final se genera un Teatro.

Hacer como que se hace es no hacer.
Uno de los directores españoles con el perfil más interesante para organizar farsas bien podría ser Garci. Garci tiene esa capacidad para fijarse en los detalles y, al mismo tiempo, ignorar las complejidades innecesarias de las historias cuando se vuelven paranoicas. Esto es, la vida misma es un drama continuo, y los dramones más prolongados son los de su cine. Poco importa si ese cine no entra en los cánones de lo que mucha gente espera, hasta los más grandes acaban haciendo cosas que no todo el mundo acepta.

Pero la cultura del dramón es la cultura de entender la sociedad tal como es. Por eso mi novela prentendió entrar en ese campo, tras incorporar las más peculiares conspiraciones para hacerlas reales. Es decir, sería interesante descubrir una versión de mi novela convertida a algo que Garci dirigiera. Mi novela y el cine de Garci creo que son como el agua y el aceite: si se mezclan, es pura magia.

El Drama intenta concienciar a la población para que se les quede en la cabeza lo que son realmente. Más allá de ideologías o dogmas.




Hasta aquí mis reflexiones
sobre el género que elegí
quiero vuestros comentarios
























No hay comentarios:

Publicar un comentario