He decidido que,
en virtud de mi audiencia
y por la única crítica que he recibido
que lo mejor será hacer un repaso
de los temas relativos a los arcontes
por cómo los describo en mi blog
A lo largo de estos últimos meses he estado desarrollando una peculiar teoría literaria y social, al mismo tiempo que iba asociando cada concepto con una carta de los arcanos mayores del tarot. La primera carta a la que hice referencia fue la número 15, y la última que mencioné hace unos días fue la número 16. Eso quiere decir que las he estado mencionando según mi criterio, y basándome en mis planteamientos personales.
Si partimos de la distribución de Marsella, comprobaremos cómo los arcanos que, posiblemente, sean los más importantes no parecen coincidir con mis esquemas. De hecho, se puede incluso decir que las cartas que a mí me parecerían más relevantes para la literatura no parecen destacar del todo en la baraja del tarot; todo eso puede obedecer a múltiples interpretaciones. En cualquier caso, lo que voy a hacer aquí es describir un conjunto de principios que, a mi juicio, debe cumplir toda historia épica para describir la realidad social desde un punto de vista trascendente.
No hay que olvidar la teoría expuesta por Joseph Campbell que nos aconseja de una manera macroscópica, como ésa es mi pretensión, cómo montar una historia que enganche a la sociedad: cuáles deben ser sus fases. Digamos que, de una manera o de otra, también gusto de buscar nexos comunes para introducirlos en mis novelas de manera que de sensación de riqueza por parte de quien lo lea.
En cualquier caso, me gusta la baraja de marsella, porque incorpora un álgebra que sí aparece en mi novela, además de varios símbolos comunes, haciendo aparición un número determinado de veces. Es posible que muchos aspectos esotéricos no estén reflejados en mi novela, pero lo más importante es el "para qué" lo he hecho.
Para empezar debería de hacer incapié en que hay sustanciales diferencias entre la distribución marsellesa y mis arcontes: aunque mis arcontes sí cumplen principios de simetría que también cumple el tarot, siempre y cuando les cambiemos los nombres...
1. El niño que pretenda juzgar (hacer alquimia) dará con la mezquindad.
2. El joven que pretenda emprender en soledad verá sus utopías destruídas.
3. El consagrado que pruebe suerte en la vida dará con el éxito.
4. Quien acapara y pruebe a hacerse conocer dejará un reguero de secretos.
5. Quien es espiritual y se sacrifique ascenderá a la luz de la ingenuidad.
7. Toda compañía que viaje con templanza dará con el paraíso.
De lo que se deduce que el consejero del
1. niño es el alquimista.
2. joven es el hermitaño.
3. consagrado es la experiencia.
5. espiritual es el troll.
6. enamorado es el destino.
7. alma es la templanza.
Emparejado con la figura que encasilla (sin nombre, pues es continente) está la que se desencasilla (sin número, pues es sólo contenido).
Aprovechando mis pretensiones de recordar mis entradas, creo que podemos decir que ahora hemos entrado un poco en calor..., así que voy a recordaros la idea de meme.
Un meme es cualquier clase de cosa susceptible de ser replicada, de manera que pervive mientras se replica. Un ejemplo de meme podría ser el tarareo de una canción: si este tarareo consiguiera inspirar a otra persona el que tararee entonces ya es un meme.
La cuestión es qué sucede cuando un colectivo mantiene un meme y éste posee suficiente información como para tener objetivos propios. Entonces es cuando, sin necesidad de pensar que se trate de ninguna criatura pensante, estamos ante lo que denomino, en este blog, como un arconte.
Un arconte es un espectro social que dirige a quienes se creen capaces de dirigir tal espectro. Un ejemplo podría ser la televisión: cuando los expertos en programas de televisión pretenden creer que son ellos los que determinan qué está bien y qué está mal, al final descubren que ni son ellos ni tampoco lo es la audiencia. Es como si fuera un ente que adopta decisiones propias, aunque tal ente no exista.
De esta manera, en toda civilización siempre ha existido un conjunto de reglas que han marcado los preceptos de lo que se entiende por lo adecuado. Para poder jugar con tales conceptos, me he valido de un género bastante ideal: el ecci del manga japonés. Gracias a ello, mis personajes pueden ser variopintos y tener personalidades muy marcadas.
No es de extrañar que me valga de la magia, para que sirva de una cierta algamasa con colorido y así hacer que todo case de manera sistémica. Aunque claro, tanto eclecticismo puede tener como consecuencia que absolutamente nadie se crea que realmente la novela tenga formato de romance. Pero, para juzgar, antes hay que leerla..., ¿no es así?
Suficiente hasta aquí
esta ha sido una entrada
"de relleno"
Espero vuestros comentarios
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