Miraba entonces a su alrededor. Éste lo había conseguido trabajando. Éste lo había conseguido estudiando. Ella lo consiguió por ser mujer. Y tenía miedo, porque había trabajado duro; miedo porque había estudiado más y mejor que el resto. Pero no le habían otorgado ningún título por su esfuerzo, eso es algo que nunca se quiso ni querer empezar a tomar en cuenta. Por eso tenía miedo, porque en el fondo era como si nunca hubiera sido evaluada.
Entonces se maquillaba, se tomaba su pastillita, se ajustaba el vestido, se valía de su wonderbra... Y así conseguía un nuevo puesto de trabajo, donde el jefe no habría visto el currículo; de ser así no se habría disfrazado de esa manera.
Cada día que pasaba se sentía un poquito más desesperanzada ¿Se había valido de algo por ella misma o por el contrario había permitido que la lisonjaran por encima de lo que merecía? No le costó hablar con su padre, un masón de primera categoría.
- ¡Pero qué dices niña! El mundo es así. Nadie es merecedor de nada. Lo que importa es la Hermandad.
Pero eso no le quitaba ese enorme miedo al vacío que había dado con ella. Fue una noche cuando lo encontró por primera vez: ese vacío. Un vacío que aparece justo delante del que duerme, como una enorme bola negra que te va a engullir. Es la sensación de que un pensamiento en tu cabeza, que tenía que estar relleno de cualquier cosa, había conseguido desaparecer para dejar un extraño hueco. Un hueco que nos da a comprender que lo que quiera que esté pasando no es lo que debería de pasar. Quiere preguntar a su marido, que es psicólogo, un profesional de primera categoría.
- ¡Pero qué dices niña! Sólo es un sueño, cariño, y no los analizo. Ese lo tenemos muchos, no significa nada.
A Eva no le gustaba que le trataran así, pero es que esa era la gente que le respetaba. Aquellos que sí miraban su currículo, aquellos que sí evaluaban su trabajo..., esos eran críticos, intentaban hacerle responsable de actos que, supuestamente, ella no tenía porqué hacerse responsable..., ¿cómo se atreve nadie a compararla en igualdad de condiciones? ¡Eso es odio contra ella misma! ¡Eso es como este mismo texto!
"¿Quién podría aguantar la lectura de este texto? De pretender leer hasta aquí. "
Eva terminó de escribir su diario, pensando que ninguna mujer lo leería. Tenía miedo de que lo único que había sido en toda su vida se perdiera por querer tener un momento de sinceridad ¡Cuántas han pretendido reclamar lo que no puede ser! ¡Cuántas han pretendido decir que eso no tenía sentido! Así que fue a hablar con su mejor amiga. Ella era una activista, una feminista de primera categoría.
- ¡Pero qué dices niña! Hasta ahora los hombres no paran de tener privilegios, y eso es algo que no va a dejar de ocurrir.
La lucha contra el imbécil de turno no se puede librar por separado ¿Qué futuro le esperaba a ella si se atrevía a salirse del redil marcado por sus compañeras? Y le volvió a dar miedo, mucho miedo. Un pavor de solo pensar que se le pudiera ocurrir apartarse de lo que se esperaba que debía ser. Le empezó a dar miedo de intentar siquiera mirar a otro lado. Le dio miedo de perder su condición como mujer por la sencilla razón de que la única idea de mujer se la dieron sus amigas, la única idea de madre se la dio su psicólogo y la única idea de hija se la dio su patriarca masón, al que nunca nadie cuestionaría.
- ¿Pero acaso no tienes una hija? - le preguntó su propia hija al leer el diario.
- Dentro de varios años, cuando tengas marido, profesión y padre el negror te lo habré traspasado y tendrás la oportunidad de ignorar a tu hija como ya hice contigo.
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