Existe una fórmula
que sirve para resolver
todos los conflictos sociales
el hecho de que sea tan evidente
demuestra lo poco evolucionados que estamos
Se llama sentido común. Es una de esas palabras cuya oposición exige explicaciones. Sin embargo, a pesar de la enorme cantidad de personas necesitadas de ir al psicólogo, se observa un crecimiento de esos cuasifascismos. Se trata de fobias. Fobias alimentadas por gente de poca monta en los medios de comunicación. Gente, o bien indocumentada, o simples fanáticos de lo políticamente correcto. Con los años, con la desaparición de la influencia religiosa, se hace imperativo valerse de ideas nihilistas, materialistas o existenciales, por ejemplo..., pero el periodista se cree superior. El tertuliano cree que está por encima de todo eso. Le enseñaron que la filosofía materialista estaba lleno de dementes, se tragaron íntegramente la propaganda religiosa.
Cuando no puedes valerte de los valores éticos, siempre te quedará la Biblia. Cuando no puedes valerte de la democracia, siempre te quedará el amado líder. Cuando no puedes valerte del multiculturalismo, siempre te quedará tu patria. La oposición al sentido común equivale a aceptar las tradiciones, los chovinismos..., claudicar a la minoría de edad, a la incapacidad para afrontar los retos sociales. Significa que no se cree en uno mismo, y sucumbe a sus miedos sociales.
Desde el punto de vista de la ética materialista, absolutamente todas las disciplinas acaban coincidiendo: lo cual es sospechoso. No recuerdo dónde lo leí, lo llamaba ética de tipo B..., da igual cómo se enfoque, no hablamos de gente que defienda utopías, hablamos de la defensa del precepto más importante: los hechos por encima de las palabras. Las utopías y las imaginaciones, las ideas desvinculadas de proyectos se convierten en enagenaciones.
La peor de las enagenaciones es la que se confronta contra la realidad y, aún así, se sigue manteniendo. Eso es lo que está pasando con estas últimas corrientes de odio hacia lo viril. Un odio acerval que se disfraza de científico y ocupa artículos en periódicos con intenciones manipulativas, de demencia social. Gestos que nos recuerdan que estamos ante un hombre, como mesarse la barba o sentarse con las piernas abiertas, se convierte en un insulto para esa clase de personas. Se disfraza el odio para convertirlo en una defensa de un derecho que no se tiene. Lo mismo ocurre con los nacionalismos.
Igual que se quiere confundir el odio a los hombres por la lucha por la igualdad de sexos, también hay quien quiere confundir el independentismo con el secesionismo. Cuando en una sociedad los valores democráticos no se defienden, como ocurre en España, lo legítimo es no obedecer y defender banderas trasversales que recurran a una identidad.
CT. Basta ya de tanto odio contra una puñetera ciudad. |
En ocasiones un pueblo puede sufrir un acoso continuo por parte de su continente, y entonces tienen derecho a defenderse; y para hacerlo deben estar unidos para llamarse mutuamente con una seña o contraseña común. Esta manera de presión es una mala noticia, algo preferentemente temporal; un mecanismo de defensa contra la opresión continua.
Cuando observamos personas defender un modelo administrativo regido por una única cultura, lo que realidad defiende es que esa cultura sea la del amado líder, y trasladará su moralidad a los liderados como en cualquier secta. Es el precio a pagar por un populismo nacionalista, significa hacer renacer el fantasma del fascismo. En el fondo nadie puede negar lo que es de sentido común. Lo que nadie se atreve a decir, porque tenemos amigos que piensan de manera parecida..., cuasifascistas, borregos cornudos llenos de odio.
La tolerancia no puede usarse como argumento, porque es muy fácil de alienarlo en una causa intolerante. El mejor argumento contra la intolerancia es una simple acusación de actuar de manera incoherente a los principios democráticos, a responder a tus propias promesas a la sociedad o, simplemente, a dar la cara por lo que se hace. Defender que en un territorio sólo cabe una cultura equivale a admitir que en ese territorio se espera que se gobierne con mano dura, que el administrador nos vigile, y nos sancione, que no necesite leyes para hacerlo, que pueda cambiar de opinión, que le permitamos que improvise...
Esto me recuerda una discusión absurda con una mujer del 15M, que se convirtió en la razón por la cual me desvinculé del movimiento, en este debate - que no inicié yo, porque ella no paraba de acosarme y mi intención era hacer una mera consulta al punto de información (y la espontánea no tenía nada que ver) - me insistía sobre la enorme conveniencia de que se usaran banderas en el movimiento. Teniendo al de respeto delante él parecía estar más convencido con el discurso de esa señora, cuando esta señora lo único que decía era "hay que ser tolerante, hay que ser tolerante...", sin argumentario, todo consignas ¿Acaso gana el que más insista al usar palabras bonitas? Su idea de tolerancia era fomentar la distinción de los vascos con respecto al resto de los manifestantes, ¿para qué? Porque hay que ser tolerantes ¿qué tiene que ver con el movimiento 15M? Que hay que ser tolerantes. Eso que llaman algunos tolerancia es una muestra clara de odio por marca la supremacía de un territorio por encima del resto.
Asímismo lo vemos en los estibadores. Como si defendieran derechos laborales, se han enrocado en una sociedad antidemocrática que no admite meritocracia alguna. Su idea de democracia se fundamenta en la supremacía del privilegio de formar parte del propio grupo: no defienden a ningún gremio, ni tampoco una idea inherentemente necesaria de defender. Defienden su culo. Y no, no de manera legítima, si lo vemos desde un punto de vista moral. Lo hacen legalmente, pero no están legitimados a defender unos derechos que no pueden justificar dentro de una sociedad democrática. Si nuestra ideología es liberal, porque la mayoría lo ha decidido así, me rasgaré las vestiduras por hacer que la gente viva la estupidez liberal que ha pedido, pero jamás me perdonaría el obligar a vivir a una mayoría de una manera distinta a la que serían más felices sólo porque me sea más cómodo para mí.
El entrismo siempre fue un fracaso, porque es el verdadero generador de conflictos. Las culturas son independientes de las administraciones, pero las ideologías son incompatibles entre sí cuando no son laicas. Lo vemos en todas las religiones que incluyen junto a su ideología un criterio ejecutivo. Cada administración debería tener una única ideología, marcada por un partido representativo, pero este partido no tiene más remedio que ser laico, porque si no es así, no puede combinar sus ideas dentro de un Parlamento, así como un juez no puede interpretar leyes si su religión le comanda.
Tenemos religiones que comandan a sus seguidores: el opus dei, los testigos de jehová, el islam... Se trata de religiones con unos ritos que hacen que sus seguidores no puedan distinguirse entre practicantes y no practicantes. Hablamos de sectas. Todo eso incompatible con el poder judicial y representativo.
Suficiente hasta aquí
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