Las palabras no significan lo que etimológicamente son
sino como etimológicamente suenan
Por eso los sentidos y el ser no es una creación pasada
sino un proceso continuo de reconstitución de la existencia
Era una persona alegre.
Era una persona muy alegre. Vestía unos zapatos muy alegres y hablaba de manera alegre. Su vida era muy alegre, comformada de los pensamientos más alegres. Se integraba en un mundo muy alegre llevando a cabo tareas muy alegres. De vez en cuando veía cosas tristes en el mundo, pero encontraba muy buenas oportunidades para cambiarlas, y ayudaba a los demás a ver el lado más alegre.
Un día todas sus amistades se dirigieron hacia esa persona tan alegre, pues habían decidido revolucionar el mundo. Le propusieron que contagiara su alegría desde la alcaldía. Le propusieron representar su ciudad, pero no en una simple alcaldía: debía convertirse en la alcaldía más alegre de todas las ciudades. Un ejemplo a seguir por parte de todas las personas para que entendieran el significado de ser muy alegre.
Ante su tan hermosamente alegre negativa, un viejo amigo se le acercó.
- Mira - le dijo - en la vida todos tenemos que encontrar un propósito en la vida. Quizá el tuyo sea contagiar a todos los demás toda tu felicidad, convertirte en una inspiración para todas las personas habidas y por haber. Que sepan lo lejos que llega el poder de la alegría y que ésta sea la razón por la cual todos nos sentiremos motivados. Que aquellos que deban ser escuchados se conviertan en la representación misma del nicho social donde acaban todas las criaturas que triunfan en la vida. Queremos convertirte no sólo en nuestra inspiración, sino también en quien inspire a los que inspiran a los demás.
Entonces esa persona tan alegre decidió emprenderse en el proyecto duro de hacerse una gran campaña. La campaña, muy alegre, atrajo a cientos. No, cientos no, quizá miles de alegres ciudadanos tirando serpentinas muy alegres; difundiendo consignas muy alegres. Eran ideas grandes y alegres que inundaban la ciudad llena de esperanza, proyectos y posibilidades. Ideas de cambio, de levantamiento, de añoranza. Incluso la oposición aplaudía la nueva candidatura, que destilaba alegría y ganas de debatir y discutir. Que era elegante en las formas, en la manera de cuestionar, de decir, de hacer, de entender..., fue una campaña muy alegre.
Así hasta que llegó la noche electoral. Todos los de la ciudad votaron de manera masificada. Las risas y las sonrisas destilaban complicidad, arrojo, ganas. Eran miradas muy alegres y raro era ver a la anciana que se resistía a no votar, a quedarse en su casa. Entre carcajadas y sonrisas, la noche acabó, tan pronto como terminó el escrutinio total. No le votó nadie, salvo esa persona a sí misma.
Tras publicarse los resultados, logicamente, no fue ninguna sorpresa; salvo para esa persona tan alegre. Toda la ciudad había decidido cambiar las cosas en ese sitio tan alegre, donde vivía esa persona tan alegre. La vecindad había encontrado la manera de revolucionar su alegría. Esa persona tan alegre volvió a su mundo alegre en su puesto de siempre, muy alegre. Esa votación les había dado a esos desgraciados su primera gran alegría en años y años. Pero esa persona tan alegre no cambió absolutamente nada: siguió siendo alegre como siempre, con sus zapatos muy alegres.
Sin haber cambiado nada los vecinos habían conseguido revolucionar la alegría.
El mundo es deprimente
porque no es cambiante
es como si hubiera perdido
su propia capacidad de asombro
Estoy siendo testigo de la construcción en España de dos nuevos memes arcónticos: el loco invertido que retroalimenta a la ultraderecha con la islamofobia y los atentados express, y por otro lado el emperador invertido, que sustituye al machismo por una nueva forma de misoginia y de odio al ser humano defendido desde la extrema izquierda (la dictadura que se vale de la jerga, pero no de su ética). Lo veo todo muy mal, porque se piensa alimentar a la desesperación; el resultado será la misma civilización pero con más caos.
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