lunes, 10 de agosto de 2015

Anubis. La cara de perro que tiene

He querido poner varias entradas para desarrollar y explicar aspectos que aparecen en mi libro, y así que mis lectores (por muy pocos que seáis) tengáis la oportunidad de comprobar que el mundo que desarrollo es lo suficientemente complejo como para suscitar interés.

Una idea que quise transmitir es que en ocasiones la ficción puede llegar a superar a la propia realidad. Y para ello también me valgo de un dios, concretamente Anubis: el dios perro.



De todos los chacales, éste es mi favorito: porque tiene cuerpo humano, el resto de ellos vagan por los desiertos ladrando y mordiendo de una manera bastante convencional.

Este dios es el encargado de guiarte hasta las puertas del otro mundo, una de las dudas que a mí me suscitaba la mitología ejipcia era: ¿por qué un muerto iba a seguir a un perro? Obviamente, el faraón, una vez muerto, debía hacerlo porque así lo decía la catequesis que recibió en vida.

Pero vayamos al asunto en cuestión, para mí Anubis es algo más que un mero dios o un mero perro, Anubis representa uno de los pilares de la lógica: como ocurría con las columnas de Hércules, estos pilares están herguidos para evitar que todo se derrumbe y se caiga encima. Es decir, mi libro es posible que tenga fallos, así que recurro a Anubis para evitar que eso pase.

Anubis es un dios muy sagaz que ocupa una dimensión donde las frecuencias son muy bajas y el tiempo trascurre muy despacio. Allá en los cielos el mundo es mucho más diáfano y más sencillo, nada que ver con las diabluras a las que estamos acostumbrados aquí en la Tierra.

Por eso Anubis no acepta allá arriba a cualquiera. Debe ser coherente. Es lo único. Y si un personaje de mi libro no lo es, entonces él mismo se encargará de hacerlo desaparecer de manera que ni siquiera le haya dado oportunidad de haber sido escrito. Ése es el poder de Anubis, que atraviesa el espacio y el tiempo.

Así que me pregunto qué pasará si me pongo a mezclar dioses ejipcios con extraterrestres..., ¿seré capaz de montar una historia coherente?


Al menos, cada vez que muestre una teoría siempre habrá algún personaje de mi libro cuestionándola. Eso es lo realmente importante. No me puedo permitir el lujo de sentar algún dogma para luego equivocarme.

En la Biblia le confieren a Jacob, dentro del génesis, el testimonio de ver la escalera que asciende a los cielos. Eso es como la ascensión al Valhala en la literatura nórdica.



Una escalera que asciende hacia una fuente de luz, y allá estará Heimdall, el portero. Pero pasa como con Anubis, no es un sujeto del cual te puedas reir: es el más temido por todos los dioses por su criterio implacable.

No es de extrañar que fuera a Jacob y no a otro a quien se le mostrara la escalera. En mi libro también le reservo ese derecho a uno de mis personajes más perversos. Al más engañador, y que le vamos a ofrecer una oportunidad para enfrentarse cara a cara con la divinidad.

¿Por qué elegir a un antihéroe para protagonizar el viaje más honroso? Pues sencillamente porque la ironía es perfecta: así damos los autores el mensaje de que las estructuras han sido construidas a pesar de darse con los menos indicados. Es un recurso literario para poder enseñar mejor los mensajes que hay ocultos en la obra.

Por ejemplo, ¿por qué en la Biblia Jacob consigue ser bendecido por su padre traicionando a su hermano mayor? Para que la historia fuera más pedagógica y, a la hora de ser contada, pudiera ser servida de ejemplo de que nunca se puede jurar en vano, y que las bendiciones siempre se cumplen. Es la manera que tiene ese pueblo de crear alguna suerte de ley, y así establecer buenas bases jurídicas a la hora de defender una suerte de convivencia.

No hay que olvidar el enfrentamiento entre Jacob y su hermano, que quería vengarse por haberle arrebatado la bendición de ser el líder del pueblo hebreo; entonces Jacob tras obtener una victoria zalamera, soñó que luchaba contra un hombre hasta que le bendiciera. Y consiguió tal bendición mediante la fundación de un nuevo nombre para Jacob: desde se llamaría Israel. Esto es porque Israel significa lo que hizo Jacob entonces: luchar codo con codo con Dios.

¿Cómo consiguió su victoria? Cediéndole los alimentos de su pueblo a su hermano, para así acabar con la guerra sin derramamiento de sangre. Es así como consigue el perdón y la bendición de su hermano, así como el reconocimiento divino; perdiendo la energía y fuerza de sus músculos (ganado) para poder seguir con su camino.




Efectivamente, ese fue el enfrentamiento contra lo que la tradición cristiana llama el ángel de Peniel, pues Peniel fue el nombre que le dio Jacob - desde entonces Israel - a la montaña donde se enfrentó contra ese hombre. Peniel significa "el rostro de Dios" y, efectivamente, hasta entonces Jacob no había contemplado el verdadero rostro de su dios. Dio con la escalera, pero no se encaró contra la realidad.

En Luces y Espectros podremos encontrar esta lucha como una constante, pero no auguro un final feliz como le pasó al bueno de Jacob - no a todos se les perdona sus faltas. Entre los personajes de mi historia tenemos a uno que no para de enfrentarse contra todo bicho viviente en ese Universo. Un enfrentamiento constante y mortal, hasta el punto de que conoce los viajes astrales y el mundo de las divinidades casi como la palma de su mano.

Para poder explicar mejor cómo funcionan esos mundos me valgo de la tecnología y genero analogías entre los juegos de ordenador y los mundos astrales.


Entonces podréis encontrar el capítulo donde uno de los protagonistas consigue encontrarse a sí mismo en cuanto se enfrenta contra su némesis - su otro yo. Ese némesis no es más que su propio reflejo, la necesidad que tiene de encararse contra sí mismo y afrontar algo que va más allá de lo que nunca imaginó que fuera posible. Tras ese enfrentamiento su experiencia se disparará hasta el punto de que trascenderá al propio juego y sus reglas.






















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