Uno de los temas que más me preocupan en Luces y Espectros es el tema de la infancia y adolescencia y el futuro que les dejamos. La manera convencional de resolver los problemas con nuestra economía es hacer que sean las futuras generaciones las que paguen por la deuda de nuestros padres. Es una forma realmente curiosa de escurrir el bulto, ya no sólo estaríamos dispuestos de hacer trabajar a los niños, sino incluso a los neonatos.
Da la impresión de que juegan con nosotros, de que nos ponen unas reglas que nos tienen que gustar. Los niños, en su filosofía personal, gustan de hacer como trabajan. Juegan a ser policías, médicos, enfermeros, cuidadores, etc..., pueden jugar a que son incluso actores y hacer como que actúan. Ese modelo de vida es algo fundamental para que el niño aprenda a desarrollar su vocación. Nos valemos de un instinto muy útil: a los niños les gustaría ser lo que ven en los adultos.
Si se sabe alimentar bien, el instinto se puede desarrollar en la dirección que más nos conviene: podemos incitarles a ser grandes matemáticos, que se visualicen llevando a cabo un trabajo duro... O también podemos hacer como hacen en algunos países: les dan un pico y una pala y les dicen, "hala, a ganarse el pan".
Yo no voy a quejarme de la política de las empresas que contratan a niños para hacer zapatos; desconozco la situación de las familias en ese país y si lo que ganan les convertirá en futuros grandes emprendedores. Lo que sí que no me cuadra es el comportamiento de muchas personas que se olvidan que son los políticos de su propio país los que se tienen que hacer responsables de hacia dónde va la economía. De si cada vez tenemos más deuda y se la vamos a hacer pagar a quienes no tienen voz.
Nos dicen que tenemos que sentirnos orgullosos porque lideramos en crecimiento, pero yo me veo igual o peor. Que si resulta que nuestros ricos se están lucrando, pero hace poco vi cómo unas empresas nuevas cerraban en las calles que visito. Que cada vez a los inversores extranjeros les conviene más invertir en este país, y siguen cerrando algunos chinos. O, también, que ahora sí tenemos una renta de inserción en cada región, pero se sigue visitando los contenedores.
Como mi libro pretende ser una denuncia continua, también presento la explotación a uno de los protagonistas al convertirlo en un niño soldado ¿En qué convierten a alguien así? ¿Acaso no aprende a cosificar la vida humana? No es de extrañar que tenga luego problemas sociales, que viva en una confrontación continua incluso cuando está entre los suyos. Ése es el precio que tienen que pagar aquellos a los que le arrebataron su derecho a ser pasivos, jóvenes, débiles, inocentes...
La filosofía del fuerte es la filosofía del independiente, del que no tiene que depender de los débiles. EEUU depende su valor añadido de los países que no tienen, por lo que es un país débil y dependiente. Es como los fondos buitre, ni son fondos ni son nada: quien le roba a un pobre se queda con sus miserias y se hace un miserable.
Algunos necesitan valerse de daños colaterales para poder vender sus patentes, sus armas, sus negocios. Darle el premio nobel de la paz a un traficante de armas es como si se lo hubieran dado a un presidente que planificó un genocidio sobre población civil.
Cuando uno lee mi libro tiene la oportunidad de apartarse por un momento de ese mundo asqueroso en el que vive. Tiene la oportunidad de pararse a pensar e imaginar. Se pueden plasmar la imagen en su cabeza: una montaña, al pie de la misma, una ciudad cerca del litoral - es todo muy zen.
Porque la montaña es la solidez y el mar es una fuerza que emerge para que sea respetada, la civilización se desarrolla entre reconocer qué es firme y a qué debe moldearse. En ocasiones nos tocará aceptar las durezas de nuestra sociedad, y en otras ocasiones navegaremos por los cyber, o por los mundos astrales..., porque navegar es como replantear el mundo para que nos podamos amoldar a lo que necesitemos de él. Ése es el papel de la civilización: ése es el papel de lo que se encuentra en el interior del edificio que pretendemos construir para levantar las cosas que necesitemos. Incluso ése es el papel de los extraterrestres grises cabezones en mi novela.
Así, poco a poco, por la fuerza de la costumbre se irá entendiendo que la mano del hombre tiene más peso que todo cuanto toque. Que no importa lo dura que sea la economía, es la constancia y la dedicación las que doblegan incluso lo que parece demasiado recio y duro. Pues la montaña no se inclinará, pero hasta el agua es capaz de erosionarla con la fuerza de la costumbre.
Y es por ello que, pase lo que pase, la constancia y el buen quehacer prevalecerá frente a la mezquindad si nos dedicamos a hacer lo que se suponga que tenemos que hacer porque, simplemente, teníamos que hacerlo. Si cada cual hace lo que debe, por la fuerza de la costumbre, los que se equivoquen siempre, por muy duros que parezcan, acabarán donde el resto - en el lugar donde sitúo el cementerio en mi novela, tras la montaña. Porque siempre, allá donde estemos, les estaremos dejando huella y, sin embargo, lo que quiera que ellos hagan se desvanecerá más rápidamente con el tiempo.
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