martes, 25 de agosto de 2015

El hard reset

No sé qué es más triste si comprobar que nadie lee este blog, o seguir escribiendo en él. En cualquier caso, haré un receso para pasarme por aquí y ponerle alguna entrada.


Como si yo fuera el negro de este planeta, cojo mi ordenador y lo lleno de fórmulas. Ahora ya tengo el motor y el modelo matemático para salir de un hard reset. Sin embargo, ¿en qué se fundamenta mi novela? ¿Cuál es el esquema económico en el que me fundamento para pensar que después la economía se vuelve estable?

Mi mundo del futuro se divide en dos grandes esquemas: los países que optan por dar una renta básica universal y los países que aseguran la renta mediante un trabajo y la reserva del capital, para evitar la privatización de lo básico. Ese, por lo menos fue mi esquema: los países que se mueven bajo posturas más capitalistas funcionarían bajo una renta básica alimentada por un impuesto directo sobre la renta. Tan pronto ganan sin reinvertir, se redistribuye entre todos. 


En ese modelo el gobierno es más inexistente, y todo es manejado por una cierta individualidad basado en la responsabilidad del colectivo para invertir como comunidad. Este modelo se lo reservo al Japón y China del futuro. Sin embargo, el modelo que aplico para la Europa del futuro lo llamo sistema cinco estrellas: donde se pone un sueldo a cada tipo de trabajo, y absolutamente todos adquieren un sueldo entre una y cinco estrellas. 

De esta manera los impuestos indirectos pueden ser descomunales, porque hay que justificar la renta de todos los ciudadanos, ocupen o no un cargo como funcionarios. Los que tengan un trabajo activo obtienen sus ingresos de su ocupación, entendiendo que cada ciudadano se ha puesto de alta a unos proveedores y, por tanto, mientras los proveedores sean puestos de alta para trabajar se les considerará miembros activos para percibir el sueldo pertinente por su trabajo. A mayor coalificación más ganancias. Un gran empresario muchas estrellas, un don nadie: una. Se trata de un sistema que simplifica las oportunidades empresariales enquilosándolas y asegura por fórmula la sostenibilidad del sistema no remunerando el esfuerzo en horas, sino reclamando las mínimas horas que hagan viable el esfuerzo.



Bien se podían mezclar ambas formulaciones y configurarlas en virtud del gobierno reinante, pero mi objeto en el libro era mostrar ambas posibilidades.

No es difícil imaginarse cuando uno lee la novela que el futuro que planteo hace desaparecer el modelo cuadriculado que nos trajeron los romanos. Mi modelo de ciudad es circular: donde en las periferias hay sectores diferenciados, que serían los barrios y, en el centro, nos encontraríamos con el centro público de todos los recursos municipales: el Centro Social.



Como modelo perfecto tengo a la Manga del Mar Menor. Donde las casas están divididas en residenciales con unos gastos comunitarios comunes para distintos tipos de perfiles de usuarios: los hay a los que no les interesa la piscina, los hay que quieren una parcela de playa..., habiendo variedad, siempre se puede encontrar el rincón donde uno se encuentra más a gusto. Y, por si falta algo, siempre está el Zoco: el centro donde se encuentran todas las tiendas juntas.

Teniendo todo al alcance, la circulación se puede centrar en una única carretera principal, donde la gente se acostumbrará al modelo del trasporte público. Sobretodo si todo se resume en ir al centro, salir del centro. O, como decimos en mi tierra, subir a la ciudad y bajar de ella; aunque esos términos ya hace décadas que no los oigo.

Aún así, ¿por qué dos modelos económicos? Porque el sistema basado en la renta básica fomenta la responsabilidad colectiva, las aspiraciones personales, la frugalidad y el martirio; por lo que provoca que la sociedad esté más aislada y tienda a controlar mejor su incremento poblacional.

Por otro lado, el modelo cinco estrellas se basa en medrar, consumir sin pensar y el dejar pasar la vida; está pensado para la gente que hace lo que debe sin más, y reduce la morbilidad.

Como en mi futuro alternativo Europa ha sido azotada por una Gran Guerra y ha sido inundada por grandes dosis de radiación, la esperanza de vida se ha reducido muy notoriamente y, por tanto, se desea más un modelo que fomente el crecimiento de la población; todo lo contrario de lo que, según especulo, ocurriría en Japón - de ahí que los modelos fueran tan dispares.


En ese futuro las divinidades más antiguas tendrán que ocupar un lugar y, para hacer uso de los recursos en Europa, la mayoría opta por ir al Centro Social, donde echarán sus horas jugando a juegos con contenidos escabrosamente trascendentales. Los niños, por tanto, juegan los roles que les corresponden en los centros sociales - preparándose para ser adultos, ya entran dentro de los esquemas de créditos, trofeos... Y no es de extrañar que cada vez que entren a una de esas simulaciones les esperen a los protagonistas un sinfín de aventuras que jamás podrían vivir en la realidad para poder complementar sus experiencias hacia algo que va más allá y que no son sino ellos mismos reflejados en el juego.

¿Qué serían si no las propias utopías que la manera que tiene la tecnología de evolucionar? Y es por ello que, poco a poco, voy introduciendo un concepto que, primeramente, se debe entender: que es la introspección del lenguaje. Consiste en una propiedad que tienen algunos lenguajes de programación que permiten autoprogramarse mientras son usados. Este mismo concepto es algo que deben permitir los lenguajes técnicos y, por tanto, deben formar parte de la propia estructura del sistema de información.

Por tanto, ¿qué es la ciudad circular si no es un reflejo de cómo evoluciona el ser humano hacia lo que necesita? - Un espacio público donde reunirse y juntar lo que es de todos. Pero los propios usuarios deben ser capaces también de, integrados en el propio sistema, conseguir criticarlo y reflejar sus inquietudes a través de sus propias elecciones.


En definitiva: que de alguna manera la fórmula consista en que los propios usuarios reconfiguren la dirección de todo. Se trata de la última escala en la evolución tecnológica: que la propia tecnología se transforme hacia lo que el usuario quiera. Ya sea a nivel de juegos de consola, como a nivel político..., ese concepto, por lo menos, empiezo a introducirlo en los primeros capítulos a través de un televisor que parece un tanto..., esquizofrénico.

Imágenes esquizofrénicas que mueven la interpretación de un mundo donde unos pocos se han dado cuenta de cuál es el valor de lo auténtico a diferencia de lo que sea verdad. Los budistas fueron los primeros en percatarse de que hay algo en lo auténtico que lo hace más interesante que la propia verdad, y esa es la segunda gran verdad una vez bien entendida.

Si sólo unos pocos se dan cuenta de la película, poco podrá hacer el resto
La idea de que la tecnología pueda tener demencias no es nueva en mi libro. Por supuesto, tampoco es un concepto deseable: la razón por la cual el televisor del mejor amigo de Gug estaba medioloco era por culpa de uno de sus usuarios, que le metió alguna clase de virus.

Sin embargo quisiera indagar en el hecho de que muchas personas ya lo pensaron: ¿por qué no aprovechar las energías de los adolescentes jugando todo lo que juegan para convertirlo en algo útil? Unas decisiones que adoptan y que afectan a la realidad en la que viven. Por eso el juego también tiene esos tres niveles: verde, amarillo y rojo... Los mismos niveles que tienen que tener todas las máquinas que intentan ofrecer a los usuarios la opción de reconfigurarlas mediante su uso.

Al menos, eso sí, quise plantear ese mundo con toda mi buena fe. Para que se viera que hay una luz al final del túnel.






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