lunes, 27 de marzo de 2017

Los hijos de Orión. La creación

Otra entrada sobre 
una representación basada 
en el mundo que trasciende a la novela



Largos son los siglos y los milenios, cuando no se cuenta el tiempo, salvo que los números empiecen por significar algo. Y estos dos amigos se dejan llevar por su inventiva y el diálogo para matar el tiempo.

Sinester: En este mundo cualquier cosa que se cree se desvincula de la cultura, pues no hay nada más perfecto como lo inmaculado.

Dextrum: Por eso mismo, aceptar que lo inerte es capaz de crear nos lleva a tener que aceptar que es nuestra mente la que se debe dar por finiquitada.

Sinester: Ciertamente, ¿de qué nos sirve nuestra cultura si no es para ponerle mácula y belleza, rasgos y aspectos que lo inercial es imposible de abordar?

Dextrum: Pero no todo lo caótico es hermoso, Sinester. También hay belleza en lo estético.

Sinester: ¿Qué es lo que pretendes decir? Parece que piensas plantearme otro juego.

Dextrum: Sí... Vamos a disponer de una regla de manera que entendamos que cada vez que multipliquemos por cuatro siempre será más perfecto el hacerlo por tres. Y, de ser múltiplo de tres, entonces su tercera parte se podrá ver como suma de los factores de un número que lo hace más perfecto.

Sinester: Entonces diez, que no es ni múltiplo de tres ni múltiplo de cuatro, no entra en el juego. No puede ser perfeccionado, una vez inventado ya no nos sirve el molde.

Dextrum: Pero si entrara sesenta, vemos que se aplica las dos reglas: por un lado sesenta es cuatro veces quince, por lo que dice la regla que cuarenta y cinco es más perfecto que sesenta; por el otro lado, vemos que dice la regla que si veinte es suma de los factores de un número, éste es más perfecto. Por lo que noventa y nueve es más perfecto que sesenta, pues la suma de once y nueve es la tercera parte de sesenta.

Sinester: Pero, visto así, ¿cuál sería más perfecto, noventa y nueve o cuarenta y cinco?

Dextrum: Puede que éstos sean incomparables entre sí, porque cada uno viene de dos perfecciones diferentes.

Sinester: Ciertamente, Dextrum, has dado con un enigma digno de ser planteado. Sin embargo pienso que es fácil observar cómo los números grandes siempre tenderán a perfeccionar a los números más pequeños, mientras que al contrario se hace más difícil.

Dextrum: Por tanto, la duda sería encontrar cuál es el número más pequeño que perfecciona la serie más significativa.

Sinester: ¿Algo así como números que representen cosas significativas?

Dextrum: Ciertamente, y el reto estará servido.

Sinester: Pues te planteo que mejores ésto: Son 56 los egrégores que circulan por el mundo, pues si siete son los colores y dos las polaridades, cuatro los puntos cardinales. Esto hace que 42 sean los arcontes que marcan las civilizaciones, ya sean los directos como los inversos. Los 42 divididos por sus tres niveles se descomponen en 12 normales y 2 de transición de cambio de nivel. Ésto hace 24 eones, que son las personalidades trascendentes del individuo, constructivas o destructivas. Lo cual se perfecciona a los 18 enfoques de la bestia: el 6+6+6.

Dextrum: Bonito, pues a ver si lo mejoro. Empiezo diciendo que 33 son las edades por las que pasa el hombre para comprendernos. Lo que suma 11 son 7+4, 28 los egrégores puros que circulan por el mundo. De ahí 21 son los arcontes puros que gobiernan las civilizaciones. Si distinguimos para cada nivel 3 arcontes de fijación y 4 de transición, tenemos 12 eones puros que marcan la vocación del individuo. Los 12 eones quedan perfeccionados en la triple trinidad, que son los tres apoyos necesarios al eliminar el tiempo para posicionar la mesa en los tres posibles planos. Y, sobre tres planos, 1 y 2 hacen los dos que gobiernamos el universo.

Sinester: Y el dos no tiene más perfeccionamiento que él mismo. Ciertamente me has ganado, ¿hacía falta que empezaras por el 33? ¿Querías machacarme?

Dextrum: ¡Déjalo Sinester! Sabes que te dejé empezar primero, la próxima vez invéntate tú las reglas.






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