lunes, 10 de agosto de 2015

Con la Iglesia hemos topado.



Pues sí, en mi libro incluyo las religiones. Sin embargo, ¿qué puede aportar un ateo que defiende el agnosticismo (auténticos ateos) con respecto a este tema? Para muchos cristianos, los agnósticos son los ateos que no saben que son creyentes; para nosotros, esa definición es engañosa, como la religión misma. Sí es cierto que hay religiosos no practicantes que creen en alguna forma de divinidad a la que le atribuyen características antropomorfas. La diferencia entre esos sujetos y los llamados agnósticos es que el agnóstico no considera la existencia de vínculo alguno entre esas divinidades y la Humanidad; ni en su forma, ni en su pensamiento y, por supuesto, eso de darle valor a una religión al ser lo que intenta entrar en comunión con un concepto tan arbitrario..., pues ni pensarlo.

Pero eso es lo que piensa un agnóstico. Y a ese pensamiento se le atribuye el carácter ateo porque, en el fondo, no cree en divinidades más allá de lo que sea capaz de mostrar la propia empiria. Algo que choca con el pensamiento de san Agustín: ¿qué necesidad tiene el buen hombre de fe el tener que ver o comprobar lo que ya sabe? ¿Cuál sería si no el papel de la fe salvo ayudar a la reminiscencia?







Así que ahí tenemos el asunto en cuestión: se debe partir del supuesto de que en realidad todas las personas tenemos un conocimiento que nos adhiere ni más ni menos que al Creador: creador de todo el universo y todas las leyes. De una forma o de otra, puede haber matices, pero básicamente el ideal de una religión es el de poder ofrecer lo máximo a cambio de unos pocos términos.

Como quise tocar el tema de las religiones y la democracia me vi obligado a incluir al Opus Dei, pero como quería defender posturas enfrentadas, a lo largo de la obra me valgo del debate no para cuestionar la fe religiosa sino para mostrar su papel en la sociedad.

Así que teorizo sobre lo que dentro de unos años será la teoría oficial sobre la religiosidad, que no dista demasiado de lo que se piensa actualmente: la religión fue un invento para justificar que los plebeyos trabajaran para la clase noble. Una forma de acallarlos al crear un Señor que fuera superior a su propio señor. Pero incluso esa idea la enfrento en el libro, no quiero que me acusen de sentar dogmas.

Es curioso que el feudalismo se desarrollara en Europa de la misma manera que se desarrolló en Japón, sabiendo que esa isla no tuvo influencias europeas: en el Shintoísmo se acabó por rendir culto al dios del Sol, del que sería descendiente el emperador que unificaría a todos los clanes japoneses. Ciertamente, fue muy inteligente por parte de los japoneses venderse ante los portugueses como una monarquía - de lo contrario su civilización habría sido destruida y parte de sus descendientes estarían mezclados entre los exclavos americanos. Quizá habría sido una buena noticia para Manchuria...







De todos los personajes del libro, tres son marcadamente religiosos - aunque uno de ellos usa la religión en su provecho. Así, con dos miembros del opus y un defensor algo practicante, tenemos los ingredientes perfectos para la confrontación de ideas y para poder colorear todo el mundo diverso que aparece en la obra.

Un mundo donde hay divinidades, extraterrestres, interpretaciones artísticas y, por supuesto, un exorcismo. Entre viajes astrales y tras mostrar los distintos mundos, el tubo con el que se encuentran los que mueren y diálogos de Juicio Moral, extraído de documentos religiosos, podemos encontrar una explicación sistemática de todo lo que uno debería de encontrarse tras acabar muerto sin pretender perder ya sea el enfoque que ofrece tanto la fe religiosa como el eje fundamental del libro, que es una historia de amor: la visión de unos adolescentes que no quieren ir más allá de seguir juntos.

Por eso consideré necesario incluir la religiosidad. Asímismo también me aventuro a criticar el sistema educativo actual al reconocer que la asignatura de Religión debería de pasar a llamarse Historia del Arte porque, más allá de eso, no estaríamos hablando de otra cosa salvo de catequesis: propaganda cristiana y adoctrinamiento. 

Sin embargo, no hay críticas ni a la Iglesia, ni a los pastores, ni a nada de nada..., se deja caer un tupido velo con la esperanza de que cada uno se acople a la interpretación que más se acomode a sus creencias. O eso, al menos, fue mi intención. Espero que mis críticos, algunos muy religiosos y chovinistas, me corrijan por si me equivoco.












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