martes, 11 de agosto de 2015

La igualdad sexual. El feminismo.

Ahora me ha dado por tocar uno de los temas que también abordo, el feminismo. Pero lo abordo desde la inocuidad: en mi libro no hay una lucha expresa por la igualdad de la mujer, ni tampoco se atisba un claro enfrentamiento continuo que la avasaye. Pero sí es cierto que, de vez en cuando, se observan ciertos rebuznos que tienen la oportunidad de ser impelidos para hacer muestras de ellos y que podamos distinguirlos en el comportamiento cotidiano.



La mujer es la versión más antigua de nuestro homínido, posee el cerebro más antiguo, la morfología más antigua pero, cuando se juntan, siempre son las más modernas. En mi obra se puede ver una equiparabilidad de sexos casi podríamos decir cabalística/matemática. No he querido dejarme ni un cabo suelto; me he preocupado de que las distintas funciones y comportamientos se pudieran repartir por todos los personajes - no se me verá dentro de la peculiar tesis de que es imposible ver a una mujer hacerle daño a un hombre. En mi libro se verá a mujeres hacer daño, ya sea a hombres como mujeres. Y mucho daño.

El feminismo nació con la Revolución Francesa, al comprobar que tanto hombres como mujeres eran igual de competentes a la hora de distribuirse el poder. No había razón por la cual negar la igualdad a la mujer. La fórmula, de hecho, era francmasónica (algo bueno tenían que traer los masones); nada que ver con la versión masónica inglésa, que se mantenía con su club de sólo hombres (no sé a vosotros pero eso siempre me ha parecido muy..., ya sabéis).

Ante la perspectiva de que hasta una mujer pudiera ser magistrado, aparecieron ya los primeros misóginos de la historia. Hasta entonces el ser humano venía odiando a la mujer, pero justo cuando la sociedad descubre que eso era una injusticia aparecen los retrógrados que quieren volver a como estaban antes. Se identifica a los misóginos por su odio a la mujer, sin embargo es el odio a la Humanidad lo que realmente les caracteriza. Por eso no hay que confundir el verdadero papel que desempeñaban: eran sujetos que abogaban contra la Igualdad dentro de la definición de lo que se entiende por Ser Humano.

Muchos que odian a la Humanidad mantienen una idea de clase, o de casta. El misógino se centrará en la clase que supone ser un macho, pero resulta que también las hay que creen que hay mucha más clase en una hembra que en un macho. Hoy día a estas señoras, que bien se les podría llamar misóginas, porque es lo mismo, se les llama feminazis.

Pero no nos descentremos, en este mundo existen las mujeres hechas y derechas - las mujeres de verdad: las que respetan desde el individuo más grande al más pequeño.


Como ya decía, nuestra sociedad, hasta la Revolución Francesa, no se había dado cuenta de que la religión le había estado marcando la jerga y las pautas. La sociedad se había tornado a patriarcal, lo que significa que si no nos dábamos cuenta, existía una discriminación en lo cotidiano. Las personas que se mueven por esos comportamientos cotidianos contra la igualdad dentro del modelo patriarcal (lo que le han enseñado) son llamados machistas: que pueden serlo tanto hombres como mujeres, y puede afectar tanto contra los hombres como (principalmente) contra las mujeres.

En una sociedad matriarcal el equivalente al machismo se llama hembrismo y, cuando una mujer intenta desplazar el hembrismo hacia una sociedad patriarcal, lo que tenemos es un odio al ser humano - directamente, porque en las relaciones interculturales hay intencionalidad, no una continuación tradicional. Hay que tener cuidado, por tanto, con todas esas mujeres que se las dan de ser feministas, cuando en realidad se valen de los medios que disponen para infundir el odio en la población. Algo cada vez más impensable en la sociedad occidental por parte de los hombres, ¿pretenden convertir esta sociedad en matriarcal acaso? En cualquier caso, ese tipo de actividades está tipificado en el código penal en España, ya veremos si se activa algún auto...

Nietzsche nos trajo reflexiones, en su obra parecía haber una crítica a la mujer de su tiempo, no a la mujer misma. Criticaba a la Iglesia, a las tradiciones. Cuando una persona defiende la Igualdad no se queda en ese hito histórico que fue el feminismo, debe ir más allá y cuestionarlo todo; la fe es esa manía que nos obliga a creer que lo que entendemos por imperecedero seguirá imperturbable.


Y no voy a negar lo hermosa que puede ser la visión de un hombre creyente, pero a mí me da vértigo la falta de consistencia de intentar mantenerse en algo que parece tan frágil..., tan frágil como creer que hombre o mujer son superiores en algún sentido, o que lo sea el negro o el blanco, o que lo sea el nacido en un sitio o en otro..., la tradición nos dice muchas cosas bonitas, nos eleva, nos edulcora la realidad y nos absorve..., pero es tan poco sólido.

El que defiende el Humanismo, o el que lucha contra las clases, llamado socialista en su momento, busca romper contra esos símbolos narcisistas que promueven el odio entre las personas. Como ese discurso de Luther King que decía que tenía un sueño: el sueño de que cualquier persona pueda pasar de un gueto pequeño a otro mayor sin importar raza, sexo, etc..., ese sueño no lo comparten las feminazis. De hecho, la mayoría de las personas que se autodeclaran feministas, tampoco comparten ese sueño, porque no tienen compromiso con la filosofía, sólo con su gueto.

Mi novela es una historia de amor y, como tal, intento promoverlo a través del protagonista ideal. Como defensor de una discriminación positiva, la protagonista será una mujer; y es ella la que experimentará la mayor parte de los cambios en la obra aunque, al mismo tiempo, no le dedique demasiadas palabras.

También tendrá una amiga, a ella no le importará mirar cuál es el papel que desempeña en la sociedad y, si toca aprender de los hombres, lo hará - se valdrá de ellos para saber cómo reinventarse.











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