martes, 22 de noviembre de 2016

Test 9. Intentando crear un ambiente terrorífico. La amantalobos de paja.

La amantalobos de paja


No lo había comprendido, por mucho que lo intentaba. La casa aun siendo MUJER no comprendía los muebles, las cortinas y los colores. Cada una de las formas que ahí se describían ni una sola podían ser recortes de un ideario del buen gusto. Una casa en el lago, ideal para pasar un periodo estival en familia. No se alejaba del charco, y a no más de un par de kilómetros alguna tienda de ultramarinos. Cosas sencillas para que nadie diga que vivimos de manera incivilizada.

Rodeada de encinas y algún que otro altivo pino ¿No era ese un señor olmo? Acicalado y risueño se levantaba frente a los demás observándolos desde arriba. Pero las encinas más sabias, anchas en toda su experiencia, habían crecido sin especiales halagos ¿No eran ellas las más ancianas? Eso no les bastaba a los lugareños, siempre se centran en el exclusivo. En ese señor solitario que se alza de manera completamente original frente al resto.

La cabaña, además, disponía de un jardín. Algunos juguetes, que denotaban infancia, conformaban la basura olvidada que tendría que aguantar hasta el final del verano, seguido del otoño, el invierno y la primavera. Todo para ver si esta vez recuerdan recoger todas esas algarabías artificiosas que demuestran lo lejano que están de adentrarse en el bosque, de entenderlo.

Esta casa había pertenecido a las dos hermanas: la Puri y la Finu. Tras la muerte de su madre, la amantalobos, éstas se quedaron solteras y, por darles consuelo, la madre les cedió el casamiento de su hogar y las tierras. Al menos hasta que encuentren marido. Y fue la suerte o desgracia que una de ellas, la Puri, pudo dar con uno, dentro de la peculiar desesperación de verse a sí misma lejos de afrontar la soledad con su hermana.

- ¿Qué haremos con la casa? - preguntaba Finu - Si te marchas yo deberé buscar suerte en la ciudad, allá donde hay vecinos con los que estar. Pero si me quedo contigo le estorbaré a tu marido. Marido que, aun teniendo los dientes de paja, los muestra muy afilados cuando habla.

Al final optaron conque la casa del marido sería usada por Finu, mientras Puri vivía su ensueño matrimonial en la casa de su madre. De eso fue ya hace una década. Tiempo suficiente como para que los sueños se trunquen, y el joven olmo se alzara nuevo en el bosque: plantado por el nuevo habitante. Un intruso, decían los del pueblo. Era todo un perro, sin lugar a dudas.

No es de extrañar que las circunstancias se torcieran con el tiempo ¿Qué clase de hombretón hacía gritar así a una dama? Malos son los veranos, que entonces abren sus ventanas debido a la calor, para dejar invadirse por los fuertes vendavales que penetraban la cabaña con insistencia.... Adentro..., afuera..., fiuuuuu, uoooooo Las cortinas desgarradas, las contraventanas golpeando con fiereza... No eran vientos naturales. Eran los propios de los resoplidos de una mala bestia. Y ahí debían acabar las vecinitas de veinteañeras..., con la excusa de haber encontrado una pizquita de sal o alguna clase de mortero por regalar.

¡Pero que no se atrevan a entrar por la puerta principal cuando podrían acercarse por la puerta trasera! Agazapadas desde el jardín, para asomarse por la ventana del dormitorio, abierta de par en par. Ahora esos juguetitos molestan, vale más la pena asomarse para adentrarse en el apasionante mundo veraniego de una bestia de ciudad.

Y todo sudorosa la bestia, amordazando a su amada, mientras ella resistía los embites y sudaba..., y una preguntaba si disfrutaba ¿Qué podían hacer? ¿Interrumpir tal arrebato imponente de pasión incomprensiblemente violenta? Rápidamente la mala bestia no dudó en darle la vuelta y, con un atizador, le empezó a castigar a su amada ¡Pero que esa era la Puri! Entonces se oyó tocar la puerta trasera.

No eran más que tres insensatas, esa vez. Entonces rápidamente se agazaparon las dos curiosas, mientras le seguían el juego a la valiente que quiso irrumpir en esa escena de violencia gratuita. Se oyó a la Puri llorar, "¡No entréis no pasa nada"! Avergonzada y confusa, ¿era eso ser una buena esposa? La bestia enfundada con sus vaqueros malpuestos, mojados por la indisposición del momento, no dudó en percatarse la cercanía de una ventana abierta de par en par justo al lado de la puerta que estaba tocando: "PAM PAM PAM", insistía la puerta.

- ¿Hay alguien?
- Quién pregunta - dijo el oso con ganas de continuar lo que había dejado a medias tras abrir la puerta de par en par
- Nosotras tres - dijeron enseñando sus juguetitos...

Juntas no podrían con ellas, pensaban las pobres caperucitas. Pero el lobo las había acogido de un empujón en el interior de su morada. Poca sociabilidad podían esperar de alguien que había dejado caer los regalos de buenos vecinos justo en la entrada. Las tres mozas no supieron resistirse, la vieron vejada de primera mano; la que tocó la puerta no dudó en ir a auxiliarla "¿Te encuentras bien?".

- Sé muy bien a qué habéis venido - dijo el macho alfa - y os voy a enseñar lo que es bueno.

Han pasado los años y esos juguetes aún seguirán ahí a la espera de que Finu vuelva para limpiar la cabaña y así poder venderla. Las encinas siguen recostadas tranquilas ante la incursión del olmo. Si hay algún pino, solitario y triste, no podrá sentirse acosado por árboles intrusos porque éste siempre puede recurrir a la ponzoña. Las encinas viejas y sabias se dejan mecer por el viento, es el olmo el que debe temer los nuevos aires de los vecinos y los malos entendidos.

Las que tenían veinte ahora contarán con cuarenta. Han aprendido a mirar sin curiosidad lo que no es más que otro lobo que merodeará por el bosque a la busca de una nueva presa. Ahora saben cómo reconocerlos cuando paseen por las montañas: por los aullidos.


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