viernes, 4 de septiembre de 2015

La indisciplina

En esta novela se puede encontrar la idea de la disciplina
De hecho, intento hacer incapié en un error de serie que tenemos todos los homínidos, que es la ley Zipf, a la que le dedico un capítulo completo sobre 
"La siniestra ley del control mental".

Quieren los dictadores que no nos quejemos, que seamos disciplinados, educados, productivos, bien mandados, autónomos..., pero por culpa de su falta de disciplina lo que no sabe el dictador es que el bien mandado no puede ser autónomo y la educación, para que sea productiva, debe derrocar antes las dictaduras.

Así que, ¿qué significa ser disciplinado? En Luces y Espectros distingo a una chica que quiere que todos la obedezcan, un chico que se toma todo a broma y otro que espera que alguien odedezca y que no tenga que ser él. El resto, en mayor o menor medida, son personajes disciplinados. Hay, de hecho, uno cuyo nivel de disciplina parece rayar el martirio.

Dicen los religiosos que mártir es el que sacrifica por Dios, el agnóstico se conforma conque la causa sea noble, aunque para el religioso no es posible encontrar nobleza alguna sin Dios. En el mundo de mi novela bien se puede considerar que los actos de martirio pudieran ser ya sea un acto de rebeldía como un acto de acercamiento a la divinidad, esto es porque allí ambos términos son sinónimos.

Ése era el significado de la máscara del buen alquimista que aparece en la parte roja del libro, un artefacto demasiado gore como para no necesitar una aclaración mucho más detallada para otra entrada diferente.

En realidad la disciplina es la que nos permite ver lo más horrible como si fuera algo trasgresor.



La trasgresión es la violencia sobre la racionalidad en el uso de los sentidos, nos permite observar un mundo que ha sido prohibido por los cánones marcados por nuestra civilización y también por nuestros sesgos cognitivos que vienen de serie, como seres vivos limitados que somos.

Cuando estamos dispuestos a afrontar mensajes trasgresores, nuestra mente se traslada a un mundo que se encuentra justo al lado de lo que normalmente percibimos; como pegado. Una vez visitado, no podremos volver adonde estábamos antes.

Cuando una persona no tiene disciplina, la trasgresión se convierte en una violencia interna y, de ahí, la intolerancia. La intolerancia se retroalimenta a base de dogmas. Ellos alimentarán aún más la violencia interna para contaminar la cultura. Al final de todo esto, se acaba obtieniendo esperpentos completamente contrarios a cualquier idea que se pueda tener de lo que es defender una filosofía o tener disciplina.


Los esperpentos son los falsos sabios, que se convierten en ídolos de masas e influencian con sus posicionamientos. No poseen ni un atisbo de disciplina, pero la fingen. No son capaces de posicionarse filosóficamente, por lo que contaminan desde su postura. Su objeto es hacer huella de su presencia, es la imagen más perfecta de lo que nunca es un mártir.


Necesitan hacerse ver, cueste lo que cueste. Necesitan trabajar entre los grandes: fingir talento. Por un lado indisciplinados, pero tienen la posición y la oportunidad: la aprovecharán para sacar beneficio.

La siniestra ley del control mental a la que menciono coloca en un momento dado al más disciplinado en el punto de mira y, aunque nadie lo admita, éste es convertido en un líder. De forma natural las personas necesitan seguir a una única persona, somos mucho más gregarios de lo que nos gustaría. No tenemos tanta disciplina: así que seguimos a los que nos parecen más disciplinados. Esa es la ley.


Cuando en una batalla todo parece estar vendido, el bando que es el vencedor es el que recibe menos cañonazos. Allá donde haya menos caos, es donde está el liderazgo y, de ahí, la victoria. Es un principio universal del que no se evade nada ni nadie. Donde no está el caos la energía es aprovechable y se convierte en puro trabajo: sólo eso es compatible con la vida.


Por eso es necesario apartar a los que intentan mover a las personas, a los que se sacrifican para que todos tengamos acceso a todo. Les es necesario apartar a los que defienden el uso disciplinado de los recursos. Los dictadores lo saben, necesitan quitarlos - porque saben que ellos mismos nunca han sido unos demócratas, y no poseen el poder atractor de un líder natural. Entonces los jueces les seguirán el juego, porque creen que interpretan correctamente la ley, ¿lo hacen? Los policías detendrán al criminal, porque supuestamente y realmente es un criminal. Y claro, la cuestión es: ¿y si no lo hicieran? ¿Pasaría algo?


Volvemos cada cierto tiempo a nuestra ciudad, a la que nos ha visto nacer, la que nos ha criado. Volvemos con el deber cumplido de otra misión lejos de nuestra gente. Llevamos encima el peso y la lacra de lo que creemos que necesitamos para ser persona, y que es idiosincrásico de nosotros mismos. Pero en nuestro petate en ocasiones podemos meter más o menos cosas. Las que tendrán más valor son las que pesan menos y no ocupan nada.

En el día de mañana la única foto fija que quedará de lo que fuimos será la fotografía de vuelta al hogar para volver a ser nosotros mismos, ese momento en el que la sociedad reconocerá nuestra labor por todo lo que hemos estado haciendo. Pero quizá sólo nos reconozcan por cada vez que volvíamos a casa. Eso es lo que pasa cuando lo propio de nosotros se queda siempre en el interior del petate.

Esto mismo le ocurre a uno de los personajes más disciplinados mencionado en la novela. Esta mujer acaba siendo encontrada en un viaje astral por alguien que, quizá, tema que algún día le pase eso mismo a él una vez muerto.

Es por ello que algunos no nos conformamos con ver cómo los políticos intentan hacernos creer que todo se resuelve mientras ellos tengan todo el control.


En ocasiones la solución es dejar que se valgan por sí mismos y modifiquen las reglas que consideren oportuno sin restricción alguna.




Todo esto hasta aquí, no olviden comentar.

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